Por Fernando Del Corro (x)
Las recientes declaraciones de Mauricio Macri, el farandulero jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en las que expresó su xenofobia al responsabilizar a inmigrantes bolivianos y paraguayos por la ocupación del llamado Parque Indoamericano, se enmarcan en el renacido racismo que se expande desde los centros capitalistas del poder económico mundial, los Estados Unidos de América (EUA) y la Unión Europea (UE), propio de la situación de crisis que se vive en ellos y entre cuyos máximos exponentes se encuentran los presidentes de Francia, Nicolas Paul Stephane Sarkozy, y de Italia, Silvio Berlusconi.
Desde siempre el género humano ha sido migrante. Los estudios antropológicos más modernos indican que los hombres se expandieron por el mundo desde una región centro-oriental del Africa, aproximadamente en la actual Etiopía y que, desde allí, de forma progresiva, se difundieron por el resto del planeta. Los lugares de radicación fueron dando lugar a lo que se dio en llamar razas. Una de ellas, la que se presume madre de casi todos los pueblos europeos y la que dio lugar a las mayores brutalidades del racismo, expresadas a través del nazismo, es la aria, presuntamente oriunda de Bactriana, en el norte de Afganistán, y por ello en la actualidad Persia se denomina Irán, que significa “el país de los arios”, del mismo modo que el arameo es “el idioma de los arios”. La palabra ario, en el parsi de los viejos persas se traduce como “noble”.
Pero para Macri y demás xenófobos modernos la cuestión no pasa por esa cuestión. Se trata de considerar a los pobres como una suerte de excrementos sociales que merecen ser tratados de la peor manera tanto física como moralmente. El mejor ejemplo de que el maltrato no apunta tanto a su origen, más allá de que se lo use como justificación, sino a su condición de pobres, es el de Sarkozy, perseguidor de los inmigrantes gitanos llegados a Francia en los últimos tiempos. Curiosamente el presidente francés es hijo de un húngaro de la baja nobleza magyar de su país siendo Hungría el país cuyo porcentaje de gitanos, romaníes, zíngaros o calés, como se los quiera llamar, es el mayor del mundo, el cuatro por ciento (alrededor de medio millón) mientras que, por ejemplo, los viejos hunos que dirigiera Atila en el Siglo V y que dieron nombre al país, son apenas alrededor del 1%. Lo malo de los gitanos que llegan a Francia no es que sean de origen húngaro, como el del propio Sarkozy, sino que son pobres que buscan trabajo.
Así es como Veronique Mathieu, eurodiputada francesa del Partido Popular Europeo (derechas de Alemania, España, Francia, Italia y demás socios de la UE), ha propuesto una nueva ley para el otorgamiento de la residencia a inmigrantes, incluyendo las normativas laborales. Esto último es lo más demostrativo de todo. La iniciativa de Mathieu que ven con buenos ojos los Sarkozy, los Berlusconi, los Mariano Rajoy y similares señala que a los extranjeros en los países de la UE se les deberá aplicar la legislación laboral vigente en sus países de origen. Eso se traduce en más horas diarias, menores vacaciones, pérdida de estabilidad y todo lo que apunte a un sistema de dura explotación y de menores costos productivos por vía de una mano de obra de incidencia fuertemente mitigada.
Eso adicionado a métodos más violentos que han llegado al hundimiento de barcazas ocupadas por migrantes que cruzaban el Mediterráneo desde el Magreb. Algo similar a las matanzas que se practican en la frontera mexicano-estadounidense donde las víctimas son pobres latinoamericanos (mayoritariamente mexicanos pero también de otros países de la región) que buscan ingresar ilegalmente a los EUA. Y así como ahora el Parlamento Europeo estudia el proyecto de Mathieu ya en algunos estados de la primera potencia del planeta se han sancionado duras leyes contra los migrantes respecto de las cuales resulta paradigmática la aprobada no hace mucho en el estado de Arizona, la cual puede ser seguida por otras, sobre todo tras la reciente victoria electoral de la derecha del Partido Republicano.
Macri, sin ser tan específico, se suma a esos criterios. La naturaleza de las migraciones está ligada, como factor decisivo a los problemas económicos. Por ello los centroamericanos y caribeños van, en su mayor parte, a los EUA o los magrebíes y europeos orientales a la UE. En el Cono Sur de América la Argentina juega, necesariamente, ese rol frente a los países más pobres, como los limítrofes Bolivia y el Paraguay ya que el Brasil pone una traba natural como el idioma y, además, recién en los últimos años, bajo la gestión de Luiz Inácio Lula de Silva, se produjeron importantes mejoras sociales para los sectores más desprotegidos de su sociedad. Sus dichos, que dieron lugar a repulsas pero también a una adhesión por parte de algunos sectores, además de su inhumanidad muestran un desconocimiento del fenómeno migratorio a través de la historia. La correcta política debiera ser ayudar al desarrollo estructural de sus países de origen para que esos mismos paraguayos o bolivianos, para hablar de los explícitamente mencionados, puedan permanecer en sus lugares natales con un adecuado nivel de vida en lugar de ser tentados a venir por explotadores como los de los conocidos casos de las fábricas textiles con cama adentro.
Dado el marco de la realidad mundial el fenómeno migratorio será imparable, aún apelando a los peores métodos represivos como los que se utilizan en los EUA. Roma no cayó víctima de una invasión militar de los bárbaros (en griego el que no habla ese idioma) sino como consecuencia de un continuado proceso migratorio de más de dos siglos, como que tales bárbaros ocupaban cargos decisivos. Odoacro, quién destituyó a Rómulo Augústulo en 476 era general romano, por más que fuera jefe de la población hérula que vivía en el decadente Imperio. Y Macri, descendiente de inmigrantes italianos, debiera saber que ya el emperador Marco Aurelio Antonino Basiano (Caracalla) debió sancionar en 212 la Constitutio Antoniana, por la cual se otorgó la ciudadanía romana con carácter universal dentro del territorio imperial. Un sirio era tan romano como quién hubiese nacido en la Isola Tiberina, en el centro fundacional de la vieja ciudad.
Sobre todo durante la última centuria de su existencia tanto en Occidente como en Oriente el Imperio sufrió el crecimiento de la crisis que desembocó en el feudalismo en el primer caso y en una nueva forma de poder como fue Bizancio en el segundo. Pero en ese poder tardío de la vieja sociedad mediterránea los pueblos hambreados, tanto campesinos despojados de sus tierras por el proceso de colonización surgido de la ley Iugatio-capitatio del emperador Cayo Aurelio Valerio Diocles (Dioclesiano) -una suerte de impuesto a la renta potencial de la tierra que provocó una gran concentración de la misma-, como urbanos víctimas de la decadencia económica, se lanzaron a las calles de la grandes ciudades. Sobre todo en Galia e Hispania conformaron lo que se dio en llamar “bagaudas” (ladrones en latín), ya que una de las cosas que hacían era conformar lo que hoy se denominan piquetes para cortar las rutas y cobrar peajes.
Otro fenómeno fue el de las llamadas “ocupaciones abusivas” de tierras públicas y privadas y también de propiedades urbanas, esto último fundamentalmente en las áreas proto bizantinas. Estos “okupas”, como se los da en denominar ahora, utilizaban esos métodos tanto en forma productiva como habitacional pero, fundamentalmente, para recibir subsidios del gobierno para que no avanzasen en el sendero del conflicto social. Eran enormes las cifras que el estado destinaba a atender este problema, como también eran enormes las que se daban a los jefes de las poblaciones germánicas (godos y otros) e incluso el propio Atila recibía subsidios desde Constantinopla, hasta que marchó igual sobre Italia donde fue parado mediante el pago de una astronómica cifra en oro.
Y por último, ya que también de barrabravas de trata, vale la pena recordar el rol que tuvieron este tipo de formaciones en la antigüedad, sobre todo en Constantinopla, cuando los partidarios de los “verdes” y los “azules”, las dos grandes formaciones del deporte y el espectáculo circenses, incluso, llegaron, como parte del negocio de los jefes políticos de entonces a poner a un tris de escapar y renunciar al trono al mismísimo emperador Flavio Pedro Sabbatio Iustiniano (Justiniano), el que es recordado por sus códigos y su recuperación de territorios en España, Italia y Africa. Justiniano, cuando ya estaba por huir ante la revuelta de los barrabravas fue salvado por su esposa, la plebeya Teodora, quién había sido sugerida como tal por el general Belisario, la que se plantó frente a los belicosos del Hipódromo y logró hacerlos retroceder.
Tucídides de Atenas señaló que escribió para que el conocimiento de los errores del pasado sirvieran para no ser repetidos en el futuro. El romano Marco Tulio Cicero (Cicerón) decía “historia magistra vita est” (la historia es la maestra de la vida). Albert Einstein señalaba que cuando siempre se hace el mismo experimento no se pueden obtener resultados distintos. El tema frente a los migrantes debe ser encarado de una manera diferente para obtener otros resultados. Y no es la xenofobia la alternativa.
(x) Historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de Historia Económica, Política y Social Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA. Subdirector de la carrera de Periodismo Económico en la FCE-UBA. Colaborador en la materia y en la maestría de Deuda Externa en la Facultad de Derecho de la UBA. Periodista en la agencia de noticias Télam con rango de secretario general de redacción. Conductor del programa “Económicas y la comunidad” de la FCE que se emite por Radio UBA.
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