martes, 30 de marzo de 2010

Trabajo de la mujer: Informalidad y menores salarios. Una igualdad inexistente

Ojeando la página de Argen Press, una página super recomendable, encontramos algunas cositas interesantes...
Corresponden al día de la mujer, pero a pesar que ya pasó, vale la pena leer esto...


8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En el centenario de su declaración.

Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT.) sostiene que el trabajo de las mujeres aumenta y los salarios son menores que los de los hombres.

En nuestro país, del total de la masa laboral, un 45 por ciento son mujeres y de ese total la informalidad es más del doble y en materia de salarios hay una brecha media del 30 por ciento menos, entre lo que reciben las mujeres relacionado con los hombres.

En marzo del 2007, la Argentina se situaba como el país de la región con mayores brechas salariales entre mujeres y varones.

En ese estudio, también de la OIT, la Argentina era considerado el país con mayores brechas salariales de la región sudamericana por razones de sexo.

La desigualdad de salarios rondaba en un 39 por ciento menos, comparado con los hombres.

Por otro lado, el Informe sostenía que la igualdad entre hombres y mujeres era una utopía. Además que las mujeres tenían grandes dificultades para acceder a los cargos directivos.

En dicho informe, no muy diferente a las últimas cifras, sostenía que las mujeres representaban el 42 por ciento de la población ocupada y aportaban, tomando el promedio medio, un 30 por ciento menos a los ingresos familiares.

La OIT desnudaba que los avances registrados en la última década por parte de los gobiernos para reducir la brecha ¨han sido prácticamente nulos¨.

Además del tema de la maternidad, hay otros elementos a la hora de observar las causas de la desigualdad: el Informe de SEL Consultores afirma que la mujer está en mayor medida en la economía informal en el empleo privado.

El trabajo en la economía sumergida entre los hombres se sitúa en torno al 37 por ciento mientras que entre la población femenina supera el 49 por ciento.

Las mujeres están, en su gran mayoría, como empleadas domésticas en casas particulares, es una economía informal, sin proyección, sin futuro, a esto debemos sumar la esclavización de la mano de obra en los talleres clandestinos, en las economías desprotegidas, en comercios y otros lugares laborales donde reina el negro. Los salarios son bajos, el despido es la única realidad palpable y clara. No hay indemnizaciones, ni cargas sociales, ni vacaciones, ni jubilación u obra social.

Si bien es más elevado el nivel de empleo femenino en la administración pública un 17 por ciento contra un 11 por ciento de los varones. El salario o ingreso total es menor con respecto a los varones: un 16 por ciento contra un 27 por ciento de los hombres.

En otro informe, en este caso en del ELA para el trienio 2005-2008, la informalidad no tuvo variaciones. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género de Argentina informaba sobre las desigualdades en las cifras de desempleo, la subcontratación y la brecha salarial existente entre mujeres y varones.

En materia de desempleo la variación es casi el doble.

Asimismo, la inserción de muchas mujeres en el mercado laboral continúa siendo inestable e informal. El trabajo doméstico representa el 31 por ciento del trabajo femenino en el sector privado.

Esta cifra es superior en las provincias del Noreste Argentina, trepa a más del 40 por ciento.

En este informe también acuerdan que la media de diferencia para los ingresos del 2006 entre mujeres y hombres es un 30 por ciento menos. Si el hombre gana 100, la mujer tiene un salario de 70.
Por su lado:

El INDEC del 2006, revela que la desocupación entre las mujeres llegaba al 15 por ciento contra el 8.7 por ciento de los varones.

El 55 por ciento de las mujeres trabajaban o trabajan en el sector informal contra el 46 por ciento de los varones.


En el caso de los hogares más pobres:

En la franja del 30 por ciento de los hogares más pobres: El 77 por ciento de las mujeres se encuentra en situación de vulnerabilidad laboral, esto quiere decir: sin trabajo, con empleo precario o con programas de asistencia social.

En las regiones del NEA y NOA

El porcentaje de mujeres ocupadas que están en situación de pobreza es mayor al 20 por ciento, en el Gran Buenos Aires más del 11 por ciento y en la región Patagónica el 6 por ciento.

Trabajo doméstico

El 31 por ciento en el sector privado.

En el NEA el 41 por ciento.

El empleo no registrado al 2006: 82 por ciento del empleo doméstico.

De acuerdo con datos del Ministerio de Trabajo, las mujeres constituyen el 60 por ciento de las víctimas de violencia (sexual, psicológica o física) en el ámbito laboral.

"Más de una década desde la adopción por parte de la 4ª Conferencia Mundial sobre las Mujeres de Pekín de una ambiciosa plataforma de acción (...), los prejuicios de género siguen fuertemente anclados en la sociedad y en el mercado laboral", subraya el informe.

Así, pese a algunos avances, "se mantienen fuertes disparidades en términos de posibilidades de empleo y de calidad de empleo", añade el documento titulado "Las mujeres en el mercado laboral: medir los progresos e identificar los desafíos".

Entre los progresos, la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) señala que la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó del 50,2 por ciento al 51,7 por ciento entre 1980 y 2008 con una progresión más sensible en los años 1980 y principios de los 90.

Como conclusión

Estos guarismos son mujeres, estas injusticias son mujeres, estos oprobios los sufren mujeres, las mujeres de un país colonizado, de un país dependiente, sin proyección de Nación.

La mujer sufre estas encarnizadas diferencias porque hay responsables: el hombre colabora con su estructura cultural y mental para que la mujer soporte la injusticia, la mujer machista educa hombres con estas características.

La mujer es el eslabón de una cadena, la más débil, por eso la violencia familiar y laboral ha crecido considerablemente.

Hay otros que ganan con este contexto político y social de esta Argentina mediocre, donde la televisión muestra la vergonzante mujer sin principios que hace cualquier cosa para ser primera figura de programas lacerantes de la mujer, como si esas mujeres representaran el espíritu verdadero de Clara Zetkin.

Otras, quienes están en la función pública hacen la vista gorda, obvian estas barrabasadas televisivas, la ley de medios no llega para estas ¨puerilidades¨.

El cansancio que provoca el trabajo es igual para todos, igualmente cuando los niveles de explotación se profundizan. A esto se suma los pésimos medios de transporte, porque las mujeres laboriosas no viajan en helicóptero o aviones privados o alquilados.

Por otro lado, al cansancio de una larga jornada se suma la vida familiar que sigue pesando sobre las manos y las espaldas femeninas.

A esto se suma que las injusticias y la desigualdad no se ha mitigado, eso sí, se han escuchado muchos discursos en función del problema de género que supuestamente tienen algunas mujeres en nuestro país, con la diferencia que nada saben de estas realidades tan injustas.

En la Argentina actual, la del Bicentenario, estas cifras de los organismos internacionales y organizaciones privadas, se corresponden con las cifras del actual INDEC, acusan la desigualdad, las diferencias salariales, la precariedad y la desocupación en ascenso y sin posibilidad de reversión de estas condiciones.

Si el INDEC da estos guarismos, sospechamos con total certeza que los mismos son mayores: tanto la desocupación femenina, como la brecha entre salarios de los hombres y mujeres, la informalidad laboral y además agregar que nada se dice de las largas jornadas que la precariedad exige sin ningún tipo de contemplaciones. Porque una cosa es el trabajo en blanco, con certezas y responsabilidades y otro muy distinto es trabajar en negro o en la informalidad.

Además, podemos escarbar todos los años de este siglo y nos encontraremos con esta situación similar, algún punto más o menos, pero igual, sin modificaciones. Las únicas escenografías que cambian son las del disparate, esas abundan.

La Argentina tiene una deuda en este Bicentenario, en primer lugar debiera transformarse en una Nación en serio y no en este escaparate vergonzante, y luego con políticas de Estado, ejecutado por verdaderos hombres y mujeres de Estado y un pueblo con una cabeza más amplia, abierta y pensante para resolver las inequidades que hay con respecto a la mujer.
Las causas de esta inequidad no están absorbidas en una sola situación: la situación de preñez y futura maternidad, eso es querer ver la paja en el ojo ajeno y no mirar la viga en el propio, y que viga.

Porque la inequidad entre géneros no es producto sólo de la debilidad o fortaleza de unos y otros.

Como en la revolución industrial, la mano de obra femenina sirvió para bajar los costos de producción de los industriales capitalistas y de esa manera extorsionar la mano de obra masculina, dos mujeres hacían el trabajo de un hombre y ganaban el salario de un hombre. Cuatro niños hacían el trabajo de un hombre o de dos mujeres.

En la actualidad la precariedad le deja ganancias a alguien, son muchos o muchas las que pierden, pero hay algunos que se embolsan las riquezas de esa sobre explotación. Porque una colonia, un país dependiente que no apuesta a la industria, al desarrollo con justicia social, tiene una clase dirigente prebendaria que apuesta al juego, a las concesiones y a vivir de las inversiones y la usura.

En la denominada clase política, el oficialismo está en su propia estratosfera y la oposición se sumerge en su microclima, este contexto social y familiar es acuciante, y si nos alejamos de la ciudad Capital de Argentina, ni hablar. Las cifras de la inequidad trepan y todos miran hacia la cámara, porque tienen una enfermedad, que es la de pertenecer.

A esto podemos agregar que la mujer que se pone de pie y lucha por sus necesidades, por sus derechos, contra la violencia, las injusticias, por una jornada de trabajo digna, por salarios dignos es doblemente perseguida.

Los hombres cuestionan a las mujeres que pelean, le exigen que ocupe su lugar en la casa, con los hijos, la reputa de mala madre. Los conflictos aumentan en estos hogares y a pesar de todo esto, miles resuelven y siguen la lucha por la justicia.

A las inequidades, una de las más sangrantes es la de la salud, las mujeres laboriosas en este ámbito se debaten entre la vida y la muerte, son las más combativas a la hora de protestar, viven vertiginosamente ese debate real y doloroso.

Estos tiempos son los momentos de pensar y reflexionar, pero fundamentalmente podemos mirar hacia aquellas mujeres que dejaron un camino abonado: esas luchadoras anónimas y no, que afianzaron el camino y lo impregnaron con olor y perfume de mujer.

Esas mujeres que hicieron la Independencia.

Que pelearon contra los conquistadores y se transformaron en Cacicas.

A las mujeres que no dudaron y pelearon por jornadas de trabajo decorosas y fueron quemadas, torturadas o violadas.

A las que desafiaron las pautas culturales y fueron delegadas, representantes y luchadoras.

A las miles de trabajadoras que pasaron por las mazmorras dictatoriales.

Es un día de enseñanza. Pero esencialmente es un día de recordación para que esa memoria nos acompañe en los momentos más duros de esta existencia actual, pero sin perder jamás la ternura.

Fuentes: Haydeé Dessal, OIT, SEL Consultores, INDEC y fuentes propias


http://www.argenpress.info/2010/03/trabajo-de-la-mujer-informalidad-y.html


-------------



Todavía queda por hacer en materia de derechos laborales

Irina Santesteban (LA ARENA)

A cien años de la declaración del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, son muchos los logros alcanzados en el reconocimiento de los derechos de las mujeres y mucho lo que falta por conseguir.

En 1910, la dirigente comunista Clara Zetkin proponía, en el Congreso de Mujeres Socialistas realizado en Copenhague, que el 8 de marzo fuera declarado como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La fecha fue elegida en homenaje a las 129 obreras muertas en un incendio ocurrido dos años antes en la fábrica Cotton, en Nueva York, mientras se encontraban ocupando el establecimiento en demanda de igual salario, jornada de trabajo de 10 horas y protección a la maternidad, y habían sido encerradas por el empleador y la policía.

Los convulsivos años de fines del siglo XIX y principios del XX, encontraron a las mujeres luchando a la par que los trabajadores varones por condiciones de trabajo, salario, jornada laboral de ocho horas, etc., y los 8 de marzo comenzaron a ser jornadas de lucha ya no sólo por los derechos laborales comunes, sino también por el reconocimiento de la igualdad de salario entre varones y mujeres, la prohibición del trabajo infantil, el reconocimiento de la maternidad, etc.

Pasaron 65 años desde aquel Congreso de Mujeres Socialistas, hasta que las Naciones Unidas declararon a 1975 como el Año de la Mujer y al 8 de marzo como su Día Internacional. A partir de allí se instauró el Decenio de la Mujer, que culminó, en 1985 con la Cumbre de Beijing, una instancia fundamental para el reconocimiento de los derechos de las mujeres. En esos años se dictaron una serie de pactos internacionales que fueron decisivos para los cambios de legislación en los diversos países, como el Pacto para la Eliminación de Toda Forma de Discriminación hacia la Mujer, que fue incorporado a nuestra Constitución Nacional en la reforma de 1994.

Ahora bien, nadie puede desconocer el avance tanto en lo legislativo como en el reconocimiento efectivo de los derechos de las mujeres. Sin embargo, todavía falta y bastante.

Igual remuneración...

En el mundo del trabajo, en particular en el sector privado, sigue siendo una demanda constante de las trabajadoras la exigencia de "igual remuneración por igual tarea". Es que la diferencia de los salarios de las mujeres es entre un 35% y un 45% inferior a la de sus pares varones.

En Argentina, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, para el primer semestre del 2009, la remuneración promedio de bolsillo de los trabajadores varones era de 1.910 pesos, mientras que la de la trabajadora sin hijos alcanzaba los 1.660 pesos y la de la mujer trabajadora con hijos, muy por debajo, de 1.352 pesos.

En el sector público, más que en el salario, la desigualdad se ve en la posibilidad de acceder a cargos de dirección, donde la discriminación se da de manera "natural", por la dificultad de las mujeres para hacerse cargo de su "doble jornada", esto es, la del trabajo fuera de la casa y la del trabajo doméstico. Aunque es indudable que hoy las tareas hogareñas son mucho más compartidas que antaño, tanto en la pareja como en buena parte de las familias, no es menos cierto que el peso de la organización del hogar sigue recayendo en las espaldas de la mujer.

La maternidad

Actualmente la discriminación laboral de las mujeres se vincula más fuertemente a la maternidad que al género. En la mayoría de los organismos que dependen del Estado Nacional o de las provincias, no existen salas maternas, y las que habían fueron cerradas en los años de los ajustes. Así, las mujeres trabajadoras se ven obligadas a buscar algún modo de organización familiar que les permita equilibrar la vida laboral y la maternidad, antes de que una u otra se conviertan en el factor excluyente.

En el sector privado, hay una tendencia de los empleadores a rechazar el ingreso de mujeres embarazadas, o con varios hijos, presumiendo que una madre con varios hijos, tendrá más nivel de ausentismo por enfermedades de sus hijos o responsabilidades escolares, etc.

Sin embargo, en diversos sectores tanto de la producción como del sector público, los días lunes se da un cierto número de ausencias de trabajadores varones, originado en las lesiones producidas en los tradicionales campeonatos de fútbol de los días sábados, que suelen organizar los gremios. A pesar de ello, no se conoce que algún trabajador haya sido discriminado al momento de ingresar a trabajar, por jugar al fútbol.

También las científicas

En el ámbito científico y académico, hay una resistencia de las investigadoras y becarias jóvenes a la maternidad. Pareciera que, en lugar de luchar por el reconocimiento de los derechos de la maternidad, como guardería o la licencia por embarazo y lactancia, se impusiera una fuerte tendencia, producto a renunciar a la maternidad para "no perder el tren de la carrera".

Para la diputada Diana Mafia, ésta es una idea que introdujo muy fuertemente el neoliberalismo, la de la oportunidad que pasa, no importa cuáles fueron los renunciamientos que la trabajadora tuvo que hacer para seguir la velocidad de ese tren. Sin embargo, casi ninguno de los trabajadores varones ven a su paternidad desde este punto de vista, en todo caso la analizan desde un punto de vista económico, de acuerdo a los ingresos que le permitan o no criar y educar uno o varios hijos, pero nunca como un obstáculo a su carrera laboral.

Invisibles

En el camino del reconocimiento de los derechos, es muy importante que se haya derogado el Estatuto del Personal Doméstico, para ser reemplazado por un nuevo instrumento, que ahora se denominará del "Personal de Casas Particulares". Es que el trabajo que realizan estas empleadas fue siempre invisibilizado, sólo perceptible cuando no se lo hace, y al ser consideradas por fuera de la Ley de Contrato de Trabajo, era una forma más de discriminación. Si el nuevo estatuto establecerá la igualdad con el resto de los trabajadores y trabajadoras, será un paso más de avance en el reconocimiento de los derechos laborales de las mujeres, en el sector considerado como el corazón del trabajo "femenino".


http://www.argenpress.info/2010/03/todavia-queda-por-hacer-en-materia-de.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario